Esas leyendas de quien se fue por el mal camino y sufrió toda clase de desventuras por hacerlo.

Pauta de notas paralelas

Nota de Nudo Gordiano: Este cuento menciona 13 canciones que representan las emociones descritas. La lista pública de Spotify con la mayoría de las canciones se encuentra disponible en https://open.spotify.com/user/hxbr9dxckrw27kxhcghuckhue/playlist/1xMcttziO5hK00glESWF6p

Para mayor comodidad, el título de cada canción también contiene un link para escucharla.

Beached, de Orbital (1). Comienza suave, anticipando una subida de ritmo. Como quien se prepara para recorrer, a buena velocidad, una autopista sin rumbo definido. El ritmo invita a moverse. Es una secuencia de pocas notas, con el clásico punchi punchi de la música electrónica bailable. Pero algo tiene; la letra recitada por DiCaprio, tal vez la asociación con la película.

Escucha una y otra vez la misma canción, ya puede hacer calzar su voz con la de DiCaprio, cuando dice “Hit me”. Eso -una experiencia que golpee- pensó. Deja fluir su imaginación y conduce, como cada día, hacia su trabajo. En un semáforo en rojo, comienza a pensar cuál sería una experiencia que la golpeara ¿cambiar de ciudad? ¿de trabajo? ¿de hábitos? No era fácil pensarlo a los 45 años.

Especialmente cuando se ha alcanzado, punto por punto, la anhelada estabilidad descrita hasta la saciedad en checklists, por quienes dictan lo que se debe hacer en una vida correctamente vivida. La última parte de la canción no le gustaba mucho: la clásica moraleja que trae el que se ha ido de buena juerga y luego dice “no lo hagas, el cambio está en tu interior”, ¡pff!

Qué detestables le parecían esos discursos que se repiten, conversación tras conversación, en reuniones de amigos, celebraciones familiares, reuniones de apoderados. Esas leyendas de quien se fue por el mal camino y sufrió toda clase de desventuras por hacerlo. Se imaginaba una pequeña aldea en donde los habitantes se controlaban unos a otros a través del miedo.

Lago en el Cielo, de Cerati (2). El solo de guitarra es, sin duda, uno de los momentos iluminados del artista. A pesar de poder ser categorizado como un tema rock, tiene algo de melancólico en su cadencia y su letra. El clímax está al final. La espera por él genera expectativas cumplidas de sobra.

La letra, un tanto críptica, tenía un par de versos que se repetía durante el día; “vamos despacio para encontrarnos, el tiempo es arena en mis manos” y más tarde otro “sentir lo que nunca sentiste”. Ahí estaba la fascinación por esa canción. Por lo pronto, sabía que se demoraba 3 Lagos en el cielo para llegar desde Plaza Egaña hasta Av. Colón a esa hora de la mañana. Por un tiempo, ese fue un ritual.

“Vamos despacio para encontrarnos”, podía ser alguien o algo. Recorría su entorno o sus posibilidades y no hallaba nada que pudiera asociar con la canción.

Como cada día, llegaba a su trabajo, recibía el saludo del guardia y de quienes habían llegado antes a sentarse en la gran sala dividida en cubículos. No le gustaba particularmente ese diseño. «Se acabó la música», pensaba. Como sea, se las arreglaba para tener de fondo algún aparato para escuchar algo en su espacio, aunque tuviera que bajar el volumen cada vez que era requerida.

Rain Song, de Led Zeppelin (3). Violines, guitarra. Por un buen rato una balada suave y de pronto en los sones de batería varía la intensidad, hasta alcanzar un punto cúlmine que suma guitarra, batería y la voz de Robert Plant, justo con los versos de:

Hey, I felt the coldness of my winter

I never thought it would ever go

I cursed the gloom that set upon us, but i know that

I love you so

Cuando escuchaba esta, simulaba tocar la batería. Esta canción le parecía un buen recorrido por las emociones, de eso se trataba, las estaciones como metáforas de ellas. Se sentía pegada en el verano. Tanto sol, el invariable sol. Quería que algo cambiara, unas pocas nubes, algo de viento, idealmente una lluvia intensa, aunque fuese breve.

Tenía la música indicada para ese anhelo de tormenta. Su teléfono contenía todas las canciones que necesitaba. Podría buscar más si fuera necesario.

Invierno Porteño, de Astor Piazzola (4), esa combinación de ritmos, velocidad, intensidad de cuerdas, piano y bandoneón. Un paseo por armonías cambiantes, a ratos de aguda presencia y otras de suave caricia al oído.

Eso era; se parecía al paseo por las emociones que buscaba. Desde Vivaldi se asociaban, en la música, las emociones y las estaciones del año. Tal vez antes, pero eso era lo que conocía. Piazzola era lo más parecido a lo que quería que fuera su vida ahora: intensidad, cambios inesperados, ansiedad, ratos de calma, de espera y tormenta, mucha tormenta. Podía pasear por horas escuchando al maestro. Una tormenta como la que describe Murakami en Kafka en la Orilla, la que cambia de dirección persiguiéndola a una. Los violines de Piazzola suenan a suspiro, a llanto, a abrazos, a besos y a gritos en esa zona emocional inespecífica del dolor y el placer.

Según el tráfico, alcanzaba a escuchar más o menos canciones, conocía los números de sus favoritas en las playlist que construía cada cierto tiempo.

Stop Loving You, de Toto (5), tan típicamente ochentera. Los compases simulan a ratos una cabalgata, la melodía y los agudos parecen ir aumentando en velocidad y altura. La batería sobresale por el resto de los instrumentos con una fuerza que energiza el aire por donde circula el sonido.

Hacía poco que había puesto atención a la letra; habitualmente se dejaba llevar por el ritmo y esta canción casi la hacía bailar en el auto. De pronto escuchó:

time passes quickly and chances are few,

y otras frases sueltas

Funny how a look can share a thousand meanings

You’re never really sure what someone else is thinking Someone’s broken something new,

another altered point of view Just a certain someone’s conscience playing

What lives inside the wind that cries her name Tried to catch a shooting star,

what seems so close can’t be that far I’m living in a dream that’s never ending.

Todas esas frases trasuntaban la ansiedad de quien ama y no sabe qué pasa por la cabeza del otro ¿qué siente? ¿Qué hace? ¿Estaremos juntos algún día?

Y de pronto pensó que podría poner un rostro, un alguien a sus canciones; podía inventar un nombre, un carácter. Escuchar canciones se volvió entonces un viaje fantástico. Cada día inventaba un detalle, un episodio a la historia. Diálogos imaginarios, situaciones que resolver. «No pararé hasta que deje de amarte”» ese sería su lema, la frase del coro de la canción.

Lover, You Should´ve Come Over, en la versión de Jamie Culllum (6), tiene el tempo que la nostalgia requiere, la voz e interpretación de Cullum llenan de sentido la letra, y la musicalización casi minimalista da aún más fuerza a las emociones que lo que los versos describen. La cadencia de un blues es fortalecida por un piano respetuoso y unos platillos que hacen florecer la melodía.

Con esta canción lo llamaría, le haría saber que quería estar con él en alguna instancia de la vida, el título era sugerente y la letra no daba lugar a dudas de su deseo de estar con él:

But tonight you’re on my mind so

You’ll never know;

Broken down and hungry for your love

With no way to feed it

No era muy sutil, pero las letras de canciones no tienen por qué serlo. La cantaría muchas veces hasta que él escuchara.

También recurriría a Thinking About You, original de Frank Ocean, pero para su gusto, mejor interpretada por Jamie Cullum (7) en sus sesiones de improvisación. Le diría que lo recordaba mucho, independientemente de lo que estuviera haciendo.

Cuando él escuchara su llamado, al fin, después de tanto, lo estaría esperando con Llegaste, de Cerati. Una melodía suave, acogedora y sin palabras. Así sería con él. Lo abrazaría y atesoraría cada sensación en los momentos en que estuvieran juntos. La melodía envolvente le haría vivir sin prisa una historia que, por improbable, debía ser breve.

Por supuesto estaría Piazzola siempre presente. Intensidad, temor, pasión y dolor. Receta infalible para el caos emocional que sobrevendría. Sería el marco musical perfecto para encuentros, desencuentros, cercanías y distancias. Soledad (8)Romance del Diablo (9) Oblivion (10) eran solo algunas que incluiría.

Había que buscar canciones para la despedida, hay tantas que es difícil escoger. Leaving Me Now, de Level 42 (11), puede ser una de las mejores. Es la melodía que permite saborear la amargura de la despedida, con una letra expresiva e inteligente. Tiene el melodrama justo. Y aunque fuera ella quien decidiera que no había que seguir, lo sentiría como un abandono, porque él tendría que estar de acuerdo y no haría nada para revertir la situación. «Así, la historia se vuelve civilizada y creíble», pensaba mientras armaba el playlist. Otra canción, igualmente sensible y racional es Amar y Dejar Partir, de Pedro Aznar (12), la melodía perfecta para llorar sin aspavientos y tratar de alcanzar consuelo. Unos versos dulces y que interpretarían sus sentimientos en el momento de la despedida:

Cuando no estés

serás una sed

hebra de luz

en mi ser

tu ser

Y la esperanza de no ser nada para él una vez que todo hubiera terminado; el anhelo de ser recordada,

Cuando no esté

me harás florecer

en tu recuerdo

y seré

seré

Ciertamente, ella sería quien recordaría más, porque su metabolismo de pérdidas tenía fallas estructurales, él estaría bien en un breve plazo. Ella no, cuando la tristeza fuera demasiada, escucharía Sanar, de Jorge Drexler (13), tratando de recordar que así sería inexorablemente. Un día dejaría de llorar, los recuerdos se harían menos vívidos y el tiempo sería el verdugo de todas sus emociones. “Cuando menos lo esperes, tu corazón va a sanar”

Terminó las compras del supermercado, las puso en el auto y desconectó su playlist. Lloró desconsoladamente, sin tener claro por qué. Se repuso, se fue a su casa y, cuando llegó, saludó a su marido, 3 hijos y las mascotas, todos felices por su llegada.

Otra música sonaba.

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