Uno de los tópicos más debatidos en la historia del pensamiento es la condición de libertad que tienen los humanos.

Consideraciones biológicas de la responsabilidad legal

“¿Cómo se vería entonces un sistema legal donde nadie es “culpable” sino que todos son víctimas de su entorno?”

Uno de los tópicos más debatidos en la historia del pensamiento es la condición de libertad que tienen los humanos. Ya sea oponiéndose a las fuerzas naturales, a otras voluntades, al preconocimiento de todo que tiene Dios, a la determinación cultural, psicológica, lingüística, etc. parece que siempre buscamos un espacio desde donde creernos libres y autónomos. Recientemente las ciencias también han entrado en el debate, la física con sus leyes deterministas y la neurociencia con el estudio del cerebro, nos parecen indicar que no hay lugar desde donde la acción o el pensamiento libres puedan provenir, lo que reaviva preguntas incómodas: Si no somos libres ¿cómo podemos justificar la ética?, si no somos autores de nuestras acciones ¿cómo se ve afectado nuestro sistema legal que se basa en la posibilidad de poder haber hecho las cosas de otra forma? ¿Cómo sustentar la culpabilidad de los delincuentes y cómo justificar la retribución que les imponemos? Para continuar con el texto es necesario delimitarlo, si queremos hablar acerca de acciones y crímenes es más apropiado hablar de volición que de libre albedrío, también es necesario justificar por qué iniciamos dudando de la posibilidad de libertad humana, en resumidas cuentas, existen formas mediante las que una persona puede predecir los movimientos de otra mientras está conectada a una máquina que lee sus impulsos nerviosos, esto no parece descabellado si tenemos en cuenta que el movimiento voluntario de los miembros necesariamente tiene un componente cerebral que es captado por la máquina, sin embargo, la temporalidad es el aspecto interesante, si realizamos éste experimento podemos darnos cuenta de que dichas lecturas de actividad (en algunas partes del cerebro) son anteriores al deseo consciente del movimiento, es decir, primero el cerebro decide inconscientemente el movimiento, luego esta decisión se vuelve consciente y luego nos movemos, el hecho de que nos consideremos agentes de nuestras acciones (en parte) se debe a que nuestro deseo consciente de movernos es anterior al movimiento y que la verdadera causa es inconsciente, dejando de lado las muchas críticas que se pueden hacer a dichos experimentos, ¿a dónde nos llevarían sus implicaciones? Lo primero que se viene a la cabeza es el caos, si nadie es responsable de sus acciones es fácil imaginar que las conducta de las personas cambiaría, se volverían más permisivas justificándose en su incapacidad para decidir, sin embargo esto no es del todo correcto, lo que muestra la investigación es que no somos libres de decidir nuestras acciones conscientemente, lo que no implica que en nuestra inconsciencia no hayamos podido actuar distinto, por otro lado, una persona no podría justificar un crimen alegando lo anterior debido a que esa persona también es la parte inconsciente de su cerebro que decidió actuar criminalmente. Pero si no somos libres conscientemente entonces nuestra consciencia no es una fuerza causal que pueda cambiar las decisiones de nuestra inconsciencia, si aceptamos lo anterior, ¿de qué manera podemos sustentar éticamente lo “injusto”? si alguien no es libre entonces no puede ser culpable. Pasa ya en nuestros sistemas legales que algunas personas cuando tienen malfunciones mentales y ocasionan daño se las considera como “menos libres” y por lo tanto reciben un trato diferente (van al manicomio en vez de la cárcel), pero si no somos libres, ¿no entonces nos acercamos más a esta visión? los criminales parecen entonces más enfermos que maleantes, pero ¿cómo juzgar a alguien enfermo que por su falta de libertad no puede ser llamado culpable? claramente la definición legal de responsabilidad debe ser cambiada. Considerando lo anterior es de vital importancia preguntarnos de dónde proviene aquella causa o conjunto de causas que determinan a cerebros a desarrollarse de cierta manera tal que elijan causar daño, lo cual es difícil de responder debido al número de variables involucradas, sin embargo, tenemos una buena idea de algunas cosas y contamos con distintos ejemplos, percatémonos que en ciertos países las tasas de criminalidad son tan bajas que las cárceles se cierran, que en otros los presos cuadruplican la población para la que el lugar fue diseñado, démonos cuenta que el cambio de un país a otro implica un cambio cultural, económico, de abundancia de oportunidades y recursos, tengamos en mente que no existen investigaciones que afirmen que se haya encontrado alguna instancia innata (genética por ejemplo) que determine o se correlacione con mayores índices delictivos por sí misma (sino que siempre existen detonadores externos), así, es posible sugerir que es el entorno lo que moldea el actuar del cerebro, por supuesto hay casos donde entornos parecidos tienen consecuencias completamente distintas, la lógica filosófica rigurosa podría señalar dicha inconsistencia dando pie de nuevo a una explicación basada en la libertad de decidir a pesar del entorno, sin embargo, recordemos que existen sistemas llamados caóticos en los que un pequeño cambio en su configuración puede decantarse en un enorme cambio con el tiempo, la cantidad de variables importantes, la complejidad del cerebro y la imposibilidad de que dos personas tengan exactamente el mismo ambiente (y la misma genética, epigenética, proteómica, etc.) hacen lugar más que suficiente para dicho fenómeno. ¿Cómo se vería entonces un sistema legal donde nadie es “culpable” sino que todos son víctimas de su entorno? Si los criminales no son culpables ¿es necesario en principio actuar? ¿sobre qué base si no es la libertad podemos justificar el distanciamiento (encarcelación) de estos sujetos en aras de la protección de la sociedad? en este punto nos hará bien continuar con el ejemplo de los enfermos mentales, debido a que si bien no los consideramos culpables los seguimos excluyendo para evitar futuros daños, situación que es análoga a otras enfermedades peligrosas, en muchas de ellas es necesario confinar a las personas contagiadas a una cuarentena para evitar el contagio a otros individuos, las acciones no se realizan sobre el sujeto en retribución de haberse enfermado sino para salvaguardar la salud de las otras personas, este proceder es la propuesta que se deriva de la nueva visión determinista de la acción humana, a partir de esta perspectiva se derivan diversos temas, el tratamiento epidemiológico de los factores de riesgo poblacional, la importancia del entendimiento de la etiología de la enfermedad, el apoyo para su estudio y sus probables tratamientos, la definición y refinación de distintas sub-especies de enfermedad con sus descripciones, gravedad, diagnóstico, pronóstico de mejora y dependiendo de todo lo anterior se puede determinar la forma de acción, si la enfermedad es muy leve es probable que pueda tratarse y reinsertar al sujeto en la sociedad, si el mal es mayor y tiene malos pronósticos entonces probablemente se opte por su reclusión indefinida, sin embargo, existe otra dimensión que nace de todo este cambio de paradigma que resulta ser de mayor importancia que todo lo anterior, porque si el actuar de una persona está delimitado por el entorno en el que vive, y los entornos humanos son creación de la sociedad que lo sustenta (y de su interacción con otras sociedades) entonces la persona no es culpable, porque no pudo actuar de otra forma, pero las sociedades en su totalidad sí lo son porque ellas son las que crean las condiciones para la emergencia de dichas enfermedades, esto da paso a la visión de una “ingeniería de la creación de sociedades” que basada en el conocimiento epidemiológico de los factores de riesgo de esta enfermedad (y de cualquier otro aspecto del comportamiento determinado por el cerebro) pueda diseñarlas para prevenir su aparición. El autor considera que el sistema penal actual está sesgado, recluimos preferencialmente a personas de bajos ingresos y dejamos en libertad a corporaciones que explotan a sus trabajadores y dañan el ambiente, a políticos corruptos y a economistas que muchas veces tienen signos clínicos de psicopatologías (como la falta de empatía), la visión epidemiológica no fallaría en encontrar estos comportamientos como anómalos, se crearía una suerte de “enfermedad del criminal rico” para la cual no existirían defensas legales, ya que el sustento, como se dijo antes, se encuentra en el bienestar de la población en general, así, ésta visión además de ser más exacta y permitir la reinserción de los sujetos recuperados y diseño de sociedades para la prevención de la emergencia de la enfermedad, también parece ser más justa e independiente de la influencia política o la posibilidad de pagar buenas defensas, la enfermedad nos toca a todos.​

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