¿Cuántos libros son suficientes?

Sin embargo, parte del pasatiempo incluía la necesidad imperativa que sentía de comprar libros.

Antes de que empezara a ganar dinero y después de que mis papás se dieron cuenta que comprarme libros a la velocidad con la que los leía no era rentable, es que me acerqué a los libros usados. No reconocía muchos de los títulos, pero la diversidad era mayor. Me alejé un poco de los estantes de los libros más vendidos porque ya sólo tenía acceso a los que alguien había descartado.

Unos años después, cuando eso no fue suficiente, me di cuenta que en Gandhi los libros de pasta blanda y de bolsillo en inglés eran más baratos que el mismo libro en español, y en particular de pasta gruesa. Esa fue mi motivación principal para empujarme a leer en inglés y sigue siendo así. Aunque definitivamente no tener dinero suficiente para comprar la cantidad de libros que quería ayudó a expandir mis gustos, también hizo que hasta casi un año comenzara a leer a autores contemporáneos, cuyos libros son definitivamente más caros.

Sin embargo, parte del pasatiempo incluía la necesidad imperativa que sentía de comprar libros. Si había tenido una mala guardia, compraba un libro. Si sentía que había tomado una mala decisión, compraba un libro. Si algo triste sucedía, compraba un libro. Ya he escrito antes de cómo se apilaron los libros por leer, mientras mi vida ocurría fuera de mis estantes.

La complicación llegó cuando me tuve que mudar, por primera vez en 22 años. Evidentemente, a los 3 años no empaqué mis propias maletas, y probablemente tenía muy poco como para que importara. Pero tuve que dar 4 vueltas, con una maleta llena de libros, para poder llevar todos a mi departamento. Ya estando aquí, empeoró el asunto. No solo no tenía libreros, ahora se habían juntado mis pilas por leer con las de mi esposo, y había que tomar una decisión.

Fue difícil, porque mi identidad estaba firmemente ligada con el pasatiempo que ya no sólo se trataba de leer libros, sino de coleccionarlos. Pero no había espacio, y la presión me ganó. Me deshice de bastantes libros, algunos los vendí, otros los regresé a casa de mis papás, y otros simplemente los regalé. Nos quedamos con 253 libros, que no es un número modesto, y mi esposo construyó libreros para que cupieran.

Pero algo sucedió: ahora se me antojaban apretados los espacios entre los libros. Quería ver más distancia entre ellos, más posibilidades. He comprado más libros desde que nos mudamos, pero he intentados sacar otro tanto. Los que ya no se me antoje volver a leer, los que ya siendo muy honesta conmigo misma me doy cuenta que nunca voy a leer, los que leí y me gustaron, pero no lo suficiente para querer darles un lugar permanente. Quiero ver más espacios vacíos que se vean como posibilidades.

Todo esto, claro está, asumiendo que puedo pagarlos. Porque he aquí el otro meollo del asunto, y es que aunque ya escribí de Orwell defendiendo el hobbie de leer como no más caro que otras actividades recreativas, es difícil imaginar que alguien pueda estar comprando varios libros de quinientos pesos cada mes, sin descuidar todas las otras necesidades.

La realidad del país en el que vivimos es que las bibliotecas no están tan al alcance de todos, no hay suficiente demanda, y los libros no suelen ser los más recientes. La realidad de que no hay suficiente consumo como para que haya suficiente desecho, como para que la cantidad de libros usados sea tan basta y diversa que se pueda comprar ahí todos los libros a menor precio. La realidad de que muchas veces, descargar el libro ilegalmente es la única forma de consumirlo, y eso asumiendo que tienes en dónde leerlo. La realidad de que la lectura por entretenimiento es un privilegio.

Aunque en algún punto me gustaría poder tener una gran colección, con el paso del tiempo me imagino más como un lujo el poder pedir prestado un libro de la biblioteca y que lo tengan. No importa si es sobre fantasía, y de la menos popular, o si es el nuevo lanzamiento de algún autor de moda. El sueño de la biblioteca personal que rodea las paredes de un gran cuarto, con un sillón cómodo y la lámpara perfecta, sigue ahí. Pero, muy a mi pesar, también dentro de los libros he encontrado el valor para mirar la realidad y descubrir que aunque es un pasatiempo que no planeo dejar, quizás poco a poco tenga que aprender a tener menos y dejar ir más.

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