Escribir para ti y para otros

Cuando veo quién parezco ser con lo que aparece en mis perfiles en redes sociales me noto un poco miope.

Es evidente que, aunque ya forme parte de nuestra identidad, quienes somos en público dista mucho de quienes somos en privado. Aún más evidente es esta distinción cuando comparamos nuestro yo que vive en las redes sociales y el que camina por las calles. Pero siento que cuando escribo es diferente, porque la mayor parte del tiempo escribo sólo para mi y para sacar todo lo que tengo dentro. No reviso varias veces lo que dije o cómo lo dije, sólo lo pongo en papel. Inclusive ahorita, aunque estoy escribiendo para ustedes, el anonimato y la posibilidad de que al fin nadie me lea me da libertad.

¿Pero qué pasaría si se volviera también público mi escribir? Completamente público, con la certeza de que me están leyendo todos y que de eso depende todo lo demás. ¿Qué escribiría? A la parte más ingenua de mi misma le gusta pensar que escribiría lo mismo que ahora, que no me importaría desahogarme sobre mi día a día, o confesar mis miedos. Pero estoy bastante segura de que, aunque no sería deshonesta, tampoco sería transparente. Cuesta trabajo dejarte ver así y aún así he encontrado a personas que lo hacen.

Cuando veo quién parezco ser con lo que aparece en mis perfiles en redes sociales me noto un poco miope. Cada que quiero compartir algo me cuestiono las razones para hacerlo, y me permito muchas veces el seguir aunque no tenga una buena razón. Fotos de mi cara, mi comida o mi casa no sirven ningún propósito más que de curar lo que quiero que otros consideren de mi. Pero tampoco soy lo suficientemente ingenua como para creer que no me puedan estar malinterpretando. Al final, son otros ojos los que me ven y otros cerebros los que deciden qué hacer con lo que comparto.

Si fueran palabras, sentiría yo, sería más difícil que no entendieran lo que soy, ¿no? Entonces quizás sacaría mis mejores palabras, me construiría y a mi perspectiva de tal manera que quedara completamente plasmada mi identidad. Por lo menos la pública. Quizás hasta rebuscaría mis palabras un poco, interpretando cada hecho de mi vida como poesía para inspirar a todos o por lo menos para parecer inspirada. Intentaría, con todas mis palabras, dejar claro todo lo que pienso, muy al contrario de cómo me escribo ahora.

Inclusive ahora, cuando les escribo, soy lo suficientemente transparente como para no sentirme hipócrita. Sin embargo, bien podrían darse cuenta de que no he dicho nada hasta ahora y que no les he compartido de verdad ningún fragmento de mi vida. Pero esa es una constante, algunas cosas me gusta guardarlas con recelo. Cuando me comprometí no le dije a nadie porque quería saborear ese conocimiento lo más individual que se pudiera, el mayor tiempo posible. Le diría a todos después, pero en ese momento la felicidad era mía por completo, perfecta y brillante. Pero de esto no escribo casi nunca, porque la felicidad se ve claramente aún con los ojos cerrados. Siempre, siempre, siempre escribo de mi tristeza.

Quizás esa es la razón por la cual siento deshonesto cuando leo a quienes se escriben todos los días públicamente, porque cuentan toda su felicidad con palabras preciosas y la respuesta de quien lo lee es equiparable. No es que no me guste leer la felicidad ajena, pero no me parece por completo real. Se vuelve entonces otra faceta más de las miles que ponemos al vistazo del público, y no las que me hacen sentir verdadera empatía y conexión. Podría yo empezar, quizás, compartiendo mis pesares y dar comienzo a la revolución. Todos compartiendo lo peor de sí mismos, y cuando toque escribir al respecto usando las peores palabras y extendiéndose párrafos enteros para ver a la tragedia a los ojos sin parpadear.

Pero no vale mucho la pena. Hay una razón por la cual no leo las noticias, y es que suficiente inmundicia pasa en el mundo como para ir a agregarle la mía. Estoy bastante consciente de que no todo, o casi nada, de lo que sale de mi cabeza para plasmarse en palabras vale la pena. Aún así, escribo diario para sacar todo esto que si se quedara dentro me ahogaría. Susan Sontag escribió en 1957 que no se expresaba más abiertamente en su diario que en persona, sino que ahí se creaba. Su diario la representaba emocional y espiritualmente independiente, y creo que coincido con ella en este punto. Escribir me deja reconocerme y construirme lejos de lo que el mundo pueda pensar de mi y sin necesidad de complacerlo porque no está presente.

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