Epitecto nos ayuda a curar el corazón roto

A lo largo del texto constantemente te hace preguntas y te invita a cuestionar tu relación con tus emociones.

Tenemos una fortuna muy grande al poder tener acceso a las palabras de otros seres humanos casi desde cualquier lugar del mundo y de cualquier época. Tan solo basta con desbloquear nuestro celular o prender la computadora, y las posibilidades se vuelven infinitas. Encima de eso, la mayoría de los textos antiguos o clásicos de la literatura ya no cuentan con derechos de autor, por lo que leer llega a ser completamente gratis. De esto les hablaré en otra ocasión, pero por ahora me concentraré en algo que leí hace unos días gracias a esta libertad de información.

Intentar escribir sobre estoicismo me tomaría mucho más tiempo y espacio del que tengo, así que solo lo describiré brevemente. El estoicismo es una escuela filosófica que inició alrededor del año 300 a.C., y cuyas enseñanzas se concentran en la ética a través de la lógica  para alcanzar a la felicidad. Aunque lo que a mi me resuena más de su filosofía es la capacidad de reconocer nuestras emociones -y a nosotros mismos- con claridad. Cuando tenemos el corazón roto, ya sea por alguna decepción amorosa o por la falta que nos hace alguien a quien quisimos mucho, todo se siente mucho más intenso, tanto la felicidad como la tristeza, y es en una situación como esta en la que las enseñanzas de estos filósofos griegos nos pueden caer mejor.

“¿Cómo entonces tendré un temperamento afectuoso? Siendo de carácter noble y feliz. Porque no es razonable ser mezquino ni lamentarse, ni depender de otro, ni culpar jamás a Dios o al hombre. Te ruego que te conviertas en una persona cariñosa de esta manera, observando estas reglas. Pero si por este cariño, como tú lo nombras, vas a ser un esclavo y un miserable, de nada sirve ser cariñoso. ¿Y qué te impide amar a otro como una persona sujeta a la mortalidad, como alguien que puede alejarse de ti?” Así, Epitecto nos plantea una primera forma de no arrepentirnos de haber querido a alguien, de no intentar guardar nuestro amor solo porque nos lastimaron en el proceso; nos intenta empujar hacia la certeza de que nada ni nadie nos pertenece.

Epitecto, de quien les compartiré algunos fragmentos hoy, vivió gran parte de su vida como esclavo y no dejó plasmadas sus enseñanzas en papel. Esa tarea la tomó uno de sus discípulos, quien recopiló algunas de sus enseñanzas en un manual y una serie de discursos. Es en estos discursos en donde encontramos uno titulado “Que no debemos ser movidos por el deseo de aquellas cosas que no están en nuestro poder”, en donde plantea, a grandes rasgos, que el anhelo y las emociones nos pueden llevar a dejar de ser libres y felices. Epitecto relaciona estos sentimientos con la sensación de pérdida, argumentando que por naturaleza humana, debemos estar preparados para perder a quienes amamos: “Porque lo que el invierno es para un higo, así es todo acontecimiento que sucede en el universo a las cosas que se van según su naturaleza”.

Estamos muy acostumbrados a ese amor romántico y aprisionante, lleno de expectativas ajenas y obsesiones no nos ayuda en nada: “Tal es la condición de las cosas que nos rodean, tales son los que viven con nosotros en el mundo: fríos y calientes, y formas de vida inadecuadas, y viajes por tierra, y viajes por mar, y vientos y diversas circunstancias que nos rodean, estas destruye a un hombre y destierran a otro, y arrojan uno sobre una embajada y otro en un ejército. Siéntese entonces en un revuelo ante todas estas cosas, lamentándose, infeliz, desafortunado, dependiente de otro, y dependiente no de uno o dos, sino de diez mil”.

A lo largo del texto constantemente te hace preguntas y te invita a cuestionar tu relación con tus emociones. El entender que todo termina, que todo muere y se aleja, no significa que no debamos amar y tener cariño por otros. ¿Acaso Sócrates no amó a sus propios hijos? nos pregunta. “¿También te recuerdas a ti mismo que aquel a quien amas es mortal, y que lo que amas no es nada tuyo?: te ha sido dado por ahora, no para que no te lo quiten, ni te lo han dado para siempre, pero como se les da un higo o un racimo de uvas en la estación señalada del año. Pero si deseas estas cosas en invierno, eres un tonto. De modo que si deseas tener a tu hijo o amigo cuando no te lo permiten, debes saber que estás deseando un higo en invierno”.

Parte del proceso de recuperarnos, ya sea de un duelo o de un corazón roto, implica llegar a términos con lo efímero de nuestras relaciones y lo que construimos. Estar en paz con el inevitable destino de la ausencia de otros en nuestra vida, y de la nuestra en la suya, nos ayuda a navegar más fácilmente por el mundo sin perder la necesidad de apego y cariño con otros. Así como lo dijo Epitecto, también nos lo recuerda Elizabeth Bishop en su poema ‘Un Arte’ cuando escribe que “tantas cosas parecen decididas a extraviarse que su pérdida no es ningún desastre”.

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