Además de ser el autor de dos de las novelas más famosas e influyentes de la historia, George Orwell era un prolífico escritor de ensayos. Escribía de casi cualquier tema, desde la forma correcta de preparar el té hasta sobre Charles Dickens. Pero en vida fue reconocido principalmente como periodista, y sus ensayos y escritos reflejan mucho de la visión del autor, quien con claridad y pragmatismo analizaba el ambiente político a su alrededor. Es justo en uno de sus ensayos titulado ‘Por qué escribo’, que Orwell declara: “Lo que más he querido hacer durante los últimos diez años es convertir la escritura política en un arte. Mi punto de partida es siempre un sentimiento de partidismo, un sentimiento de injusticia.” Continúa explicando que, aunque sus textos puedan ser vil propaganda, no puede dejar de escribirlos con belleza y sin desapegarse de la visión que lo acompaña desde la infancia. Eric Blair, su verdadero nombre, es hasta el final un amante de los libros y la belleza de las palabras.
En otro de sus ensayos, titulado ‘Memorias de una Librería’, Orwell describe lo terrible que es para un amante de libros trabajar vendiendo libros, en particular teniendo que mentir sobre lo que intenta vender, y como termina asociando para siempre un gran volumen de libros con la imagen del consumidor: del objeto y no del contenido. En este ensayo escribe: “Hubo una época en la que realmente amaba los libros, me encantaba verlos, olerlos y sentirlos, quiero decir, al menos si tenían cincuenta años o más.” Señala, por el final del ensayo, que ya rara vez compra un libro. Únicamente cuando es uno que realmente quiera leer y que no puede pedir prestado. Sin embargo, alrededor de diez años después, Orwell escribió un ensayo en el que nos podemos dar cuenta que los viejos hábitos tardan en morir.
En el ensayo ‘Libros vs. Cigarros’, Orwell nos da un vistazo a su vida diaria y a su biblioteca personal. Escribe intentando demostrar que comprar libros, con el objeto de ser leídos, no es un pasatiempo más caro que cualquier otro. Inicia haciendo un conteo de los libros que tiene en su departamento:
“Comprados (principalmente de segunda mano): 251
Regalados o comprados con créditos de libros: 33
Copias para reseña y copias de cortesía: 143
Prestados y no devueltos: 10
En préstamo temporal: 5
Total: 442”
Continúa haciendo un cálculo aproximado de cuánto cuesta cada uno de esos libros, para después dividir el total entre la cantidad de tiempo que le tomó coleccionarlos. Aclara que: “Esta es la acumulación de unos quince años, en realidad más, ya que algunos de estos libros datan de mi infancia: pero digamos que quince años.” Señala después que lo que ha gastado aproximadamente al año en libros no es más de lo que una persona común se gasta, en promedio, en cigarros y alcohol. Orwell escribe después: “Es difícil establecer una relación entre el precio de los libros y el valor que se obtiene de ellos. Los “libros” incluyen novelas, poesía, libros de texto, obras de referencia, tratados sociológicos y mucho más, y la longitud y el precio no se corresponden entre sí, especialmente si uno compra habitualmente libros de segunda mano. Puede gastar diez chelines en un poema de 500 líneas, y puede gastar seis peniques en un diccionario que consulta en momentos puntuales durante un período de veinte años.”
Procede a dar diversas opciones que sólo se le ocurren a alguien que constantemente está pensando en cómo leer más sin gastar tanto, incluyendo vender los libros que ya terminaste de leer para conseguir más, comprarlos de segunda mano, o no gastar un peso y pedirlos prestados de la biblioteca. Se preocupa por que la lectura sea un pasatiempo tan poco apreciado, y que el argumento general sea porque no se tiene suficiente dinero para leer. Finaliza su ensayo escribiendo: “Y si nuestro consumo de libros sigue siendo tan bajo como lo ha sido, al menos admitamos que es porque la lectura es un pasatiempo menos emocionante que ir a los perros, a las fotos o al pub, y no porque los libros, comprados o prestados, son demasiado caros.”
Orwell fue un escritor brillante, y en su vida y obra podemos encontrar fragmentos de sus motivaciones políticas para la mayoría de lo que esperaba que otros leyeran. Sin embargo, como suele pasar con aquellos que viven para escribir, su vida diaria y su personalidad se inmiscuyen en sus textos. Sus palabras, siempre claras y precisas, nos muestran su visión siempre cambiante del mundo, su capacidad de adaptarse y de intentar transmitir con sus palabras los deseos de libertad para todas las personas. Aunque sus novelas son muy valiosas, su pluma rápida sobre temas que aparentan ser pequeños pueden ser más significantes para nuestra vida que un tratado. Es por eso que la columna del día de hoy la dediqué al talento de poder transmitir brevemente ideas complejas, uno que Orwell sabía aprovechar bien.