La lectura como entretenimiento puro

Está bien. No es necesario ni importante querer mantener a la lectura en un pedestal.

El compartir que me gusta leer, en particular con personas no cercanas a mi, suele acarrear la misma respuesta: de alguna forma u otra piensan que eso indica que soy una persona inteligente, culta y demás atributos interesantes. No voy a sentarme a intentar disuadir a nadie de lo primero, pero definitivamente estoy muy segura de que mi inteligencia tiene muy poco que ver con que haya disfrutado de la lectura desde que estaba muy pequeña. Para empezar, siento que fue una especie de inercia por vivir entre tanto libro, por disfrutar tanto las historias que nos leían antes de dormir, y por que mis papás intentaron encontrar algo que les permitiera disfrutar de mi silencio pero que no fuera la televisión.

¿Qué leía mi yo de 6 años? Fantasía. ¿Qué lee mi yo de 27? Fantasía también. Bueno, ahora ya no sólo leo fantasía, pero un tiempo fue lo único que hacía. Me sentaba en cualquier lugar a devorar página tras página de magia, mundos distantes y personajes heroicos. Pero, aunque siempre voy a defender el valor de la lectura, y hasta cierto punto sí considero que contribuye en las habilidades de razonamiento, no es el todo ni la única forma de llegar. Porque todos los años de leer, no importó si fue a Shakespeare, Tolstoi o Plath, no me ayudaron ni un poco cuando entré la universidad y tenía que leer y entender textos científicos.  De hecho, conozco muchísimos medicos brillantes que probablemente nunca han tomado un libro de ficción por voluntad propia.

Creo que ahí es donde entra mi reserva, y es que que seguimos relacionando la lectura a la inteligencia, pensando que seguimos en la misma época en el que la lectura era privilegiada únicamente para aquellos que podían estudiar formalmente y entender los textos avanzados y complicados. Aunque sigue habiendo un halo de privilegio en nuestro país alrededor de quién puede leer, definitivamente no en cuanto a qué se puede leer. Los libros de ficción que nos rodean no son únicamente de los escritores más galardonados por su increíble prosa e ingenio, e inclusive no son libros estrictamente técnicos o que buscan transmitir conocimiento. Ahora nos rodeamos de absolutamente todos los géneros, grados de ejecución, y de todos los propósitos, principalmente de puro entretenimiento.

Está bien. No es necesario ni importante querer mantener a la lectura en un pedestal. No solo porque muchas veces solo confiere el beneficio de poder sentirnos parte del club de los “realmente” inteligentes, sino porque no refleja la realidad y mantiene a más personas alejadas de la actividad. La lectura es increíble para aprender, crecer, sentirte acompañado y para sopesar nuestro lugar en el mundo. Pero la lectura también es buenísima para esos tiempos muertos en el banco o el camino a casa, para reír, llorar o sentir el amor, y para desconectarnos del mundo exterior. La lectura puede ser entretenimiento puro, sin ningún valor artístico agregado, sin ninguna pretensión de ser, sin llevar el propósito de hacernos saber o crecer.

Mirar de soslayo a los libros más vendidos, juzgar sus portadas brillantes o escritores que no han sido vomitados por el proceso académico de la literatura no hace más que poner un muro entre nosotros y todo lo que puede ser la lectura. No significa que los esté empujando a leer un libro que no van a disfrutar, todos tenemos preferencias de cómo pasar nuestro tiempo, sino a aceptar que también leer Cien Años de Soledad es entretenimiento. Como ver la tele o jugar XBOX. No tiene nada de malo, y es definitivamente un entretenimiento ejecutado de forma impresionante. Pero en la realidad no nos confiere superioridad sobre los que aún no lo leen -o no planean hacerlo nunca.

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Fany Ochoa

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