Novelas góticas para el invierno

Yo no comparto esa idea de Catherine en particular, pero sí su afición a ser complacida con una novela.

El primer libro de Jane Austen, publicado postumamente en 1817, fue la “Abadía de Northanger”. Aunque el libro fue pensado como una sátira a las novelas góticas, actualmente es simplemente considerada como una. Catherine Morland, nuestro personaje princial, pasa su tiempo disfrutando de la vida social en Bath y leyendo novelas góticas, hasta que tiene la oportunidad de pasar un tiempo en la Abadía de Northanger. Sin duda, la expectativa de Catherine es que la mansión en la que vivirá sea como la de alguna de sus novelas: un lugar aterrador y misterioso. No tarda mucho en crear una historia en su cabeza, en la que está segura que en una habitación a la que nadie entra hay alguien encerrado o que ahí se cometió un crimen.

Catherine habla apasionadamente sobre sus lecturas: “Es sólo una novela… o, en definitiva, sólo una obra en la que se despliegan los mayores poderes del espíritu, en el que el conocimiento más profundo de la naturaleza humana, la más feliz delimitación de sus variedades, las más vivas efusiones de ingenio y el humor, se transmiten al mundo de la mejor manera”. Y es justo esto lo que Austen intentó con esta novela, señalar la importancia de separar la realidad de la ficción, y no aplicar todo lo que leemos, en este caso, a nuestra vida.

Pero la novela de Austen no es solo divertida y relevante, sino que funciona también como un reflejo de las preferencias literarias de la época, intentando satirizar las novelas más populares de finales de los 1700. En un inicio cuando se hablaba de algo gótico se refería usualmente a un estilo arquitectónico, pero durante el romanticismo se adaptó el nombre para designar a este género literario. La literatura gótica tiene ciertas características que la diferencian del resto de la literatura del romanticismo: usualmente trata de misterio o miedo; con maldiciones o premoniciones, así como figuras sobrenaturales usadas como recurso literario, la atmósfera toma un papel muy importante, con muchas historias desarrollándose en castillos o bosques con condiciones climáticas lúgubres y ominosas; hay villanos prominentes y personajes principales que no son del todo bondadosos, así como emociones intensas y angustiosas descritas constantemente durante la historia.

Desde que se publicó “El Castillo de Otranto” de Horace Walpole, no se dejó de publicar literatura que encajara con este género, aunque su popularidad variara dependiendo de la época. La columna del día de hoy no es solo para refrescar un poco nuestra memoria sobre el origen de este género, sino para tener la oportunidad de hablar de mi género predilecto para estas épocas. El ambiente angustiante y ominoso de estas novelas me hace sentir como en casa cuando las temperaturas comienzan a descender. Estoy de acuerdo con que desde Noviembre anticipamos la llegada de la Navidad y toda la felicidad que suele traer, pero el pasar tiempo con frío, con la ocasional tormenta y los pisos crujiendo al paso por los cambios de temperatura me parece el momento ideal para sumergirse en una de tantas novelas góticas.

Quizás se nos antoje pasar un rato en Thornfield Hall, escenario principal de mi libro favorito: “Jane Eyre” de Charlotte Brönte. O quizás siguiendo los pasos atormentados de Victor en “Frankenstein” de Mary Shelley, mi lectura actual. O quizás algo un poco más breve, y deleitarnos con algún cuento de Edgar Allan Poe. O quizás preferimos leer la literatura gótica un poco más en orden, comenzando con Clara Reed, Anne Radcliffe, Matthew Lewis, E. T. A. Hoffman, o Nikolai V. Gogol. En la época Victoriana tenemos algunos más reconocidos, como “El Retrato de Dorian Grey” de Oscar Wilde, “El Extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de R. L. Stevenson, “Dracula” de Bram Stoker, “La Casa de los Siete Tejados” de Nathaniel Hawthorne, o “Cumbres Borrascosas” de Emily Brönte. Más cercano a nuestro tiempo tenemos relevantemente a “Rebecca” de Daphne Du Maurier, pero pudiendo encontrar trazas del género en las novelas de muchos autores contemporáneos como Stephen King, Neil Gaiman o Carlos Ruiz Zafón.

Regresando a la “Abadía de Northanger”, en alguno de los capítulos en que Catherine se siente con la necesidad de defender, una vez más, su pasatiempo, habla favorablemente de la novela de Radcliffe, señalando que: “La persona, sea un caballero o una dama, que no se complace en una buena novela, debe ser intolerablemente estúpida”. Yo no comparto esa idea de Catherine en particular, pero sí su afición a ser complacida con una novela. En particular en tiempos como estos en lo que poco podemos salir, y el frío y lluvia nos envuelven, valdría la pena revisitar este gran género. Independientemente de qué libro escojamos, es relevante recordar lo que escribió Austen: “Si una jovencita en su propio pueblo no puede encontrar aventuras, deberá buscarlas fuera de casa”; y la forma en que puedo viajar a castillos lúgubres de hace más de dos siglos, a vivir alguna aventura escalofriante, es de la mano de alguno de estos autores.

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