Sólo puedo recordar una vez en mi vida en la que hice fila para ser de las primeras personas en tener un libro. Después de años de esperar a que las traducciones de Harry Potter se publicaran y poder leerlas, con el séptimo y último libro no quise arriesgarme. Fui a apartarlo en preventa en Sanborns y luego a formarme el día que llegaban, sin importar que estuviera en inglés y que en ese entonces aún me costaba mucho trabajo leer textos tan amplios en ese idioma. Pero desde entonces no he esperado con ansias la publicación de algún libro, y creo que se debe principalmente a que por mucho tiempo sólo compraba libros usados porque eran más baratos, y la mayoría eran libros viejos. En alguno de mis cumpleaños, sin embargo, un libro llamó mi atención: ‘El nombre del viento’ por Patrick Rothfuss.
Lo compré junto con varios otros y, aunque me interesó mucho lo que decía la contraportada, no tenía ninguna prisa en leerlo. Casi un año y medio después de comprarlo es que comencé y me arrepentí de no haberlo leído antes. Esto no es una reseña, así que sólo diré que me encantó. Al poco tiempo de terminarlo y de que volví a tener dinero, compré el segundo libro, ‘El temor de un hombre sabio’. Para este punto yo ya sabía bastante de Rothfuss y de su presencia en línea. En cuanto terminé el primer libro lo busqué en Goodreads y las redes sociales que pude y comencé a consumir su contenido. Además de un gran escritor, Rothfuss es padre de dos pequeños, maneja un grupo de caridad, tiene un podcast, un canal de youtube y, como ama los juegos de mesa, también creo uno. Es evidente que Rothfuss es un hombre ocupado y, aunque todo el mundo lo conoce como escritor, sus pasiones y ocupaciones son variadas.
Sin embargo, desde hace 10 años que se publicó el segundo libro de la trilogía es que Rothfuss no puede hacer nada en línea sin ser criticado por sus lectores. Si entras a Goodreads, la mayoría de las reseñas de sus libros están plagadas de comentarios atacando a Rothfuss por no haber publicado ya el tercer libro: desde los más moderados que sólo piden muy entusiastas que por favor escriba pronto la conclusión, hasta los más agresivos que ya le dieron la peor calificación posible a un libro que no ha sido publicado aún agregando que “si alguna vez se publica el libro lo voy a piratear” o “te vemos escribiendo tu blog, yendo a Comic Con, y muchas cosas más que no deberías estar haciendo, porque sólo deberías escribir”. En 2014 publicó una novela corta de uno de los personajes de los libros, y tuvo que excusarse de que no fuera el tercer libro de la saga en una entrada de su blog, y en el mismo libro.
Inclusive, hace un mes, la editora de Rothfuss lo criticó también. En un artículo de Book Riot en el que defienden a Rothfuss por no haber escrito el tercer libro, la editora comentó, entre otras cosas, que ella no había visto ni una palabra de ‘Las puertas de piedra’ y que no creía que Rothfuss hubiera escrito absolutamente nada desde hace 6 años. Justificaba su comentario con que era una falta de respeto para los editores cuando los autores hacen esto, ya que la industria de la publicación de libros no es tan prolífica como otras, y que el no publicar un libro tan esperado los ponía en una situación incómoda económicamente.
En serio me gustan sus libros, y evidentemente sería muy feliz si se publicara mañana la conclusión de la historia. Pero esta reacción tan violenta y, hasta cierto punto, deshumanizante contra el autor me hace cuestionarme la verdadera motivación detrás de sus detractores. La vida se termina, muchas veces, de forma súbita. Los finales perfectos a los que nos han acostumbrado no son frecuentes y, aunque lo quisiéramos, muchas veces las historias de las personas que nos rodean se quedan inconclusas. A veces dejamos de saber de alguien por mucho tiempo, hasta que lo volvemos a encontrar o alguien más nos habla de ellos. Así mismo, son las historias que consumimos tanto en libros como en películas o series. Creo que es bastante infantil no poder procesar el pequeño duelo del momento en que te das cuenta que tu autor favorito no publicará pronto ese libro que significa tanto para ti. E inclusive, no tenemos que llegar hasta el duelo. Aunque en mi memoria leí los dos libros uno tras otro, en realidad pasó poco más de un año entre cada uno, y hasta hoy voy a leer la novela corta que publicó. No porque no ame la historia, sino porque la vida es mucha, y tengo muchos otros libros que leer y cosas que hacer.
¿Qué tanto se le puede exigir al autor, entonces? A mi parecer nada. Este método de consumo constante nos esclaviza a la idea de que si tenemos el dinero, deberíamos poder tener lo que queremos. Sin embargo, el arte (y las personas) siempre sufren bajo esta premisa. Todo esto me recuerda a esa escena en Space Jam cuando Michael Jordan hace la apuesta final con el jefe de los Monstars: si ellos ganan, tanto los Looney Toons como él tendrán que trabajar en Montaña Tontolandia durante toda la eternidad. El trato se muestra en pantalla con imágenes de todos con grilletes, y Michael Jordan siendo obligado a jugar y perder siempre contra los niños que lleguen, y firmando autógrafos hasta morir. No quiero escribir esto intentando que empaticemos con el autor y por eso se detenga la exigencia intensa hacia su escritura. Creo que esto es un trabajo interno, en realidad. Nadie nos debe absolutamente nada, no importa cuánto lo anhelemos, ni aunque podamos pagar todo el dinero del mundo.