¿Me puedo llamar realmente ‘lectora’ si sólo escucho audio libros? ¿Qué hay de si sólo leo manga o novelas gráficas? ¿Y si releo los mismos libros incontables veces pero me impido intentar algo nuevo? ¿Qué pasa si sólo leo una vez al año? ¿Si sólo leo revistas? Las preguntas son infinitas, y muchos encuentran tajantes respuestas a cada una de acuerdo a cómo se identifican ellos. Por años los libros han sido ampliamente distribuida y al mismo tiempo fuertemente recluidos y cultivados por exclusivos grupos, que juzgan fuertemente a los que se llamen lectores o sostengan un libro pero no encajen en su cosmovisión. Por muchos años yo lo vi así, y en particular considerando que mi identidad completa estaba vertida en mi pasión por la lectura. Pero al aprender a disfrutar lo que yo tanto rechazaba, como no querer considerar un audio libro como ‘lectura’, es que me liberé un poco de estos estereotipos.
Justo de estereotipos habla Herman Hesse en su ensayo titulado “Sobre leer libros” publicado en 1920, en el que intenta separar los tipos de lector en tres categorías: el inocente, el investigador y el intérprete. Sobre el inocente escribe que: “Este tipo de lector asume sin complicaciones que un libro está ahí simple y exclusivamente para ser leído con fidelidad y atención y ser juzgado según su contenido o su forma. Así como hay una barra de pan para comer y una cama para dormir.” El lector inocente, según Hesse, se deja llevar por la lectura y la sustancia la toma de forma objetiva y acepta como realidad.
El investigador, sin embargo, “sigue al poeta no de la manera en que un caballo obedece a su conductor, sino de la manera en que un cazador sigue a su presa, y un destello obtenido de repente de lo que se encuentra más allá de la aparente libertad del poeta, en la compulsión y pasividad del poeta, puede encantarlo más que toda la elegancia de la buena técnica y el estilo cultivado.” Para Hesse este tipo de lector sabe que un libro puede tener mil rostros e interpretaciones, acercándose a él con la curiosidad de un infante.
Finalmente, sobre el intérprete Hesse escribe: “El tercer y último tipo de lector, aparentemente es exactamente lo contrario de lo que generalmente se llama un “buen” lector. […] No desea ni educarse ni entretenerse, utiliza un libro exactamente como cualquier otro objeto del mundo, para él es simplemente un punto de partida y un estímulo. Esencialmente, no le importa lo que lee. No necesita un filósofo para aprender de él, adoptar sus enseñanzas, atacarlo o criticarlo.” Hesse tiene a este tipo de lector como el mejor de los tres, porque puede conectar más profundamente con lo que sea que esté leyendo, ya sea una novela, un diccionario o el horario del tren.
Pero si para este momento ya intentaron encontrar que tipo de lector puede que sean, como si fuese un quiz de personalidad, el autor remarca que cada uno de nosotros es todos esos lectores a la vez. Escribe: “Tenemos una tendencia innata a establecer tipos en nuestras mentes y a dividir a la humanidad según ellos. Por más ventajosas y reveladoras que puedan ser tales categorías, sin importar si surgen de una experiencia puramente personal o de intentar un establecimiento científico de tipos, a veces es un ejercicio bueno y fructífero tomar una sección transversal de la experiencia de otra manera y descubrir que cada persona lleva dentro de sí rastros de todo tipo y que se pueden encontrar diversos caracteres y temperamentos como características alternas dentro de un mismo individuo.”
La verdad es que no hay una forma correcta de ser lector, un patrón específico, ni una sola forma de relacionarse con la lectura. Leer no es algo que se pueda hacer bien o mal porque es simplemente algo que hacemos como seres humanos. Está incrustado de forma innata en quienes somos el querer comunicarnos, conocer y escuchar sobre otros, imaginar y cultivar ideas nuevas, querer mejorar y crecer. Este deseo a cambiado de formato desde que iniciamos como humanidad, pero la lectura es simplemente la forma en la que lo hacemos en este momento. Inherentemente y por sí solo, el acto de leer no es más que una expresión más de nuestra humanidad, sin importar cómo lo hagamos -o en qué formato.