Una dama y Currer Bell

Pero la pluma ya no se ha alejado de las manos de mujeres.

En 1813 fue publicado un libro en el que se leía: “Pero mientras la gente se deje arrastrar por su imaginación para formarse juicios errados sobre nuestra conducta y la califique basándose en meras apariencias, nuestra felicidad estará siempre a merced del azar”. La portada del libro incluía el título de la obra y la leyenda: “Una novela en tres partes. Por una dama.” Sus siguientes libros se publicaron sin nombre de autor, únicamente señalando que eran obra de quien escribió el primero. Así, Jane Austen nunca vio su nombre impreso en la portada de ‘Sensatez y Sentimientos’, su primera obra, ‘Orgullo y prejuicio’, ‘Emma’ o ‘Parque Mansfield’. Sus obras publicadas póstumamente tampoco la mencionaban por nombre.

Intentando mantenerse anónima en todo momento, aún así decidió advertir a los probables lectores que sus obras eran escritas por una mujer, y desde entonces el estigma la persigue. Es considerada como una escritora de novelas románticas, pero analizada a diestra y siniestra para encontrar entre sus páginas indicios de rebeldía o de absoluta aceptación del sistema. Sus historias eluden a muchos hombres que miran con desdén la idea de leer sobre amor romántico para mujeres, del cual, específicamente no tienen control. Jane Austen escribió sobre y para mujeres, permitiendo por primera vez que una voz femenina, realista, se expresara sobre lo mucho o poco que le sucediera. Eso, en sí mismo, es revolucionario dado que la representación era propia, no masculina. Todo esto, claro está, sin poder firmar el contrato de sus propios libros y teniendo que ser un hombre el que recibiera las ganancias, aunque después se las entregara. Con sus novelas asentó un precedente que impulsaría a la escritura a muchas otras escritoras, contemporáneas o no.

A su vez, durante 1847 salió a la luz un libro muy audaz, declarando en su portada haber sido editado por Currer Bell. Entre sus páginas se asomaba prosa y personajes sin igual, ideas valientes, y un personaje principal muy humano y completo. Siendo un éxito inmediato, aunque criticado por considerarse anti-cristianiano, entre sus páginas encontramos líneas como: “Se supone, generalmente, que las mujeres deben ser más tranquilas, pero la realidad es que las mujeres sienten igual que los hombres; […] sufren al verse tan rígidamente reprimidas, condenadas a la inactividad, exactamente de la misma forma que sufrirían los hombres; y es una gran estrechez de miras cuando sus privilegiados prójimos dicen que las mujeres deben limitar su vida a preparar budines y tejer calcetines, tocar el piano o bordar los bolsos.”

Este libro, junto con otros dos publicados bajo el mismo nombre, escondían una figura femenina que deliberadamente eligió un pseudónimo masculino para evitar ser juzgada duramente por sus ideas, para pasar desapercibida y que su novela no fuera tildada de femenina. Ella y sus hermanas, quienes escribieron libros que hasta la actualidad son reimpresos en miles, consideraban que no querían relacionar sus textos con las mujeres ya que no eran “femeninos”. Así, Charlotte Brönte logró publicar ‘Jane Eyre’, manejando a su favor la recepción de sus publicaciones. A diferencia de su predecesora, Charlotte intentó separarse de lo que en la época era considerado femenino y así poder escribir sobre una mujer realmente humana, con deseos y esperanzas, con ideas propias, que luchó por su independencia y que construyó su vida de tal forma que le apeteciera a ella misma. Logró establecer en el imaginario de la época que las mujeres eran igual de complejas que el otro sexo, además de sentar las bases de los historiadores de la conciencia, como James Joyce.

Virginia Woolf escribió en ‘Una habitación propia’: “me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantas obras ha escrito sin firmar, era a menudo una mujer”. No sólo por el miedo al rechazo de la obra sino también por la reacción de los críticos y la sociedad, a ser humilladas y borradas. Además, muy a menudo la escritura y la lectura como oficio eran reservadas para las mujeres de mejor estación socioeconómica, dejando esto a millones de mujeres, igual de complejas, sin voz que trascendiera al papel.

Pero la pluma ya no se ha alejado de las manos de mujeres. En México, a pesar de que son menos reconocidas que sus contrapartes masculinas, hay quienes intentan que no se olviden los nombres e historias. Liliana Pedroza, investigadora de la Universidad Autónoma de Nuevo León, hizo una recopilación de más de 500 autoras de cuentos, mexicanas, cuya voz continua intentando reafirmar nuestra identidad. La perspectiva de las mujeres en la narración, tanto que escriban sobre hombres o mujeres, es relevante no sólo por la representación o por la necesidad de encontrarnos y definirnos separadas de los hombres, sino como Brönte decía, para no condenarnos a la inactividad y el olvido.

Compartir:

Acerca de Fany Ochoa:

Descubre otras columnas:

Bertha Balestra

Fiesta en Tsu’an

Unos dijeron que la madre tierra estaba enojada, que ya no aguantaba más los malos tratos.

Bertha Balestra

Micaela

Cuando una leve claridad anunciaba la inminencia de un nuevo día, Micaela inició el ascenso.