Desde la conexión del rizoma la vida es aquello que se encuentra en continua oleada de dinamismos.

Amar por rizoma desde la filosofía de Gilles Deleuze y Félix Guattari

“Un rizoma no empieza ni acaba, siempre está en el medio, entre las cosas, inter-ser, intermezzo”.

Los franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari gesticulan dentro de su filosofía el concepto del rizoma: el corazón del concepto se encuentra en todo acto, en todo acontecimiento. Desplegado de un vitalismo poco ordinario. Aquí no es solamente de alguien quien ama la vida. No. Eso es una denominación demasiado sencilla y pueril. Tal vez se podría vislumbrar que por estar dentro de la humanidad cada uno de nosotros per se amamos la existencia, pues parece que por consecuencia nos asimos a ella. Amar haciendo rizoma es volver a la existencia costumbre por el amar, y no por el vivir. El hábito de lo vivido significa que la vida es algo ya conocido, y que todo aquello que nos aparece se interpreta como ya descubierto y sin novedad alguna. En cambio, amar por rizoma es hacer de cada línea de vida un amor suigeneris, desprovisto de fijación, y no remite a lo repetido; sino lo que es reiterativo son las potencias, las intensidades con las que se ama a el trayecto que se ha creado en cada circunstancia. Se desea con fervor lo que transmuta, lo indómito, lo que se niega a establecerse. Ninguna composición de la materia en el rizoma se ha domesticado, puesto que la vida ahí es algo por implícito avasalladora e inabarcable. Siendo energía pura atravesada por todo cuerpo.

Desde la conexión del rizoma la vida es aquello que se encuentra en continua oleada de dinamismos. El amor que el sistema y la historia nos adoctrinan tan sólo es mera administración burocrática. La relación con el otro se juega en lo múltiple, en lo heteróclito, en los alti-bajos. No es correspondencia de sentimientos, ni semejanza de ideas, o mimetismo de ademanes, o complementariedades. Nada de eso hace crecer a los cuerpos. Lo inaudito, lo colosalmente autentico es la simbiosis de diferencias, los cambios de transformaciones por parte de los somas polifacéticos. El rizoma al crear agenciamiento con la línea que decide amar la hace sin rencores, sin memoria, sin porvenir si quiera; sino, produciéndola con la intención de incrementar cada uno de sus aditamentos, cada una de sus zonas por las que se mueve.

El atletismo afectivo del rizoma captura los signos pre-lingüísticos comunes de cada universo-corporal. Con lo que las aproximaciones se dan en la percepción de cada rasgo. La pareja emana una sonrisa, un sonido peculiar, alguna frase de estribillo, un movimiento de su organismo que hace coordenada en el infinito, que va más allá de su humanidad. Una sinfonía desconocida por la especie. De igual manera los lugares que recorremos con el ente amado: las interacciones, las relaciones sexuales, los mensajes en completo sigilo, las discusiones y riñas, etc. Toda conexión para el rizoma da para transfigurar su amor, por cada acontecimiento por más que se reincida será capaz de otorgarle diferencia. Debido a ese vínculo asimétrico con lo ordinario. Toda pareja derrama hibridad, creando constelaciones para su grandeza. Deleuze y Guattari nos exponen la relación de amor de la orquídea y la avispa:

“La orquídea se desterritorializa al formar una imagen, un calco de avispa; pero la avispa se desterritorializa en esa imagen. No obstante, también la avispa se desterritorializa, deviene una pieza del aparato de reproducción de la orquídea; pero reterritorizaliza a la orquídea al trasportar el polen. La avispa y la orquídea hacen rizoma, en tanto que heterogéneos. Diríase que la orquídea imita a la avispa, cuya imagen reproduce de forma significante (mimesis, mimetismos, señuelo, etc.). Pero eso sólo es válido al nivel de los estratos –paralelismo entre dos estratos de tal forma que la organización vegetal de uno imita a la organización animal del otro-. Al mismo tiempo se trata de algo totalmente distinto: ya no de imitación, sino de captura de código, plusvalía de código, aumento de valencia, verdadero devenir, devenir avispa de la orquídea, devenir orquídea de la avispa, asegurando cada uno de esos devenires la desterritorialización de uno de los términos y la reterritorialización del otro, encadenándose y alternándose ambos según una circulación de intensidades que impulsa la desterritorialización cada vez más lejos. No hay imitación, ni semejanza, sino surgimiento a partir de dos seres heterogéneos, de una línea de fuga compuesta de un rizoma común que ya no puede ser atribuido ni sometido a significante alguno” (Deleuze & Guattari, 2005, págs. 23,24).

Cada individualidad, cada personalidad en la tierra contiene su propio cosmos de particularidades, de esencias extrañas con las que adherirse al todo-afuera. El rizoma sabe que la vida al no ser mansa su comportamiento oscila entre furias y estupores. No queremos decir que la identidad no nos sea útil sino que nos limita, constriñe al espíritu (in) humano que jamás ha dejar de colmarse. Amar a pesar de todo, incluso hasta de uno mismo. Entonces se amará en el rizoma por modos de diversificación, de performance. Volviendo la subjetividad de cada uno y con el otro ser amado lo más sideral posible, cabalgando desde las moléculas, nadando en la acinesia, siendo feliz con aquellas quimeras y desfases que seamos capaces de enfrentar, de lograr y (por obviedad) de amar. Afanarse como lo conquistan las plantas, los animales, los insectos, la materia, o como invocan Deleuze y Guattari deambular por el planeta para fabricar trazos como el personaje asalmonado de Fritz Freleng.

“La Pantera Rosa no imita nada, no reproduce nada, pinta el mundo de su color, rosa sobre rosa, ese es su devenir-mundo para devenir imperceptible, asignificante, trazar su ruptura, su propia línea de fuga, llevar hasta el final su evolución aparalela” (Deleuze & Guattari, 2005, pág. 26).

Bibliografía.

Deleuze, G., & Guattari, F. (2005). Mil Mesetas, Capitalismo y Esquizofrenia. España: Pre-textos.

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